Pepe Dámaso
El fabulador atlántico

José Dámaso Trujillo nació en Agaete (Gran Canaria) en 1933 y pasó su infancia entre la Aldea de San Nicolás y el abrigo de este mágico puerto. Dotado de un espíritu libre y de una melancólica alegría, Pepe Dámaso fue destilando con su inteligente sensibilidad y con la curiosidad propia de una mente joven y apasionada, todos los estímulos del particular escenario. Los sorprendentes hallazgos de culturas pasadas, a través de los sarcófagos descubiertos en los malpaíses de Las Nieves, en Los Cascajos, las ánforas funerarias de los Bizbiques, las tapas antropomorfas y los idolillos sexuados de Guayedra, El Risco y Los Caserones; y el respirar cultural de su patria chica, radiografiado a través del rito, de la fiesta y de la experiencia de una esfera moral que todo lo envolvía con un sudario; construyeron en Pepe Dámaso la mirada del antropólogo. Como no podía ser de otra forma, de la libertad de espíritu y del interés por indagar las simas de la naturaleza humana surgió el arte de Pepe Dámaso, no como una fábula subyugante y moralizadora, sino como un cuento dispuesto a poner todas las historias patas arriba.

Iniciado en coloridos paisajes y bodegones de herencia fauvista, abrió sus ojos a otras orillas en 1954, cuando viajó a Madrid a cumplir con el servicio militar, anhelando conocer el ambiente artístico de la ciudad. Matriculado en la Escuela de Artes y Oficios de la capital no perdía oportunidad de visitar con avidez museos y galerías. Aunque la enfermedad de su padre en 1957 truncó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, las estancias peninsulares tuvieron en Pepe un fuerte efecto liberador e informativo.

Avanzó desde sus primeras abstracciones poéticas, plagadas de automatismos en los años 50, a sus interesantes aportaciones al informalismo matérico en los años 60. Con el original uso de la materia pictórica, asociado al tema de La Rama (tradicional festividad en la que una multitud acompañada de cabezudos y papahuevos, baila y lleva a la orilla del mar, ramas de pino, laurel y poleo, implorando la lluvia), presenta Pepe su binomio artístico fundamental: la continuada experimentación con la materia y el interés por los hilos simbólicos que operan en el hombre y en la comunidad. La serie Juanita, de 1965, sella este compromiso. Fue un homenaje a la que fuera maestra y cuidadora de niños de Agaete, que ya vieja, soltera y virgen, agostó en un olvido motivado por una comunidad para la que su figura no era ya, ni útil, ni cómoda. La materia pictórica, y los objetos (relojes, rejillas de sillas, cacharros de peltre y demás asombrosos cachivaches de otras épocas) son conjurados para servir de fábula y de espuela de la muchas veces perezosa memoria colectiva.

Desde entonces Pepe Dámaso solo someterá su obra a las lógicas de la fábula, zambullido en el mito, tiñendo el día a día con una literatura sobrescrita a las horas tediosas de lo común y corriente, levantando escenografías de un tiempo fuera del tiempo, donde las calaveras, orgullosas de su lampiña anatomía, se visten de encaje, con la carcajada pícara de quien se sabe bella y pretendida; y los vivos y los finados danzan, inflamados por las voluptuosidades del erotismo y de la muerte. Así trascurren los años 70 de este artista, de mano de seres estrafalarios de profunda significación, entre la pintura, el cine, la escenografía, la decoración y el figurinismo, demostrando así la versatilidad de su maestría.

De los años 80 son los Héroes Atlánticos, origen de las dos pinturas que conserva el Parlamento de Canarias. Como reconstrucciones de la historia y la leyenda de los héroes prehispánicos, sus cuerpos yacentes son fijados en arpilleras encaladas. La temporalidad patente de la frágil epidermis de cal sirvió a Pepe Dámaso para cantar líricas identidades en una década de brutal orgía identitaria. En sus héroes no hay regocijo ni victimismo, solo un profundo amor por la vida y un rechazo a los combates estériles, a la incomprensión y a la sordera selectiva de los enfrentados. Escogidos por el Gobierno autónomo en 1984 para los actos conmemorativos del primer día de Canarias, no llegaron nunca a colgar como conjunto en el Parlamento de Canarias, tal y como era el deseo de su autor. Solo en 2001 Dámaso lograría colgar parte de aquel proyecto, realizando dos nuevos “Tinguaros”, el héroe correspondiente a la isla de Tenerife, muerto en una refriega a la orilla del mar, bajo los cascos de los caballos.

Traspasado el peliagudo umbral de la identidad y el relato histórico, Pepe Dámaso ya no duda, solo juega, retoza con el poder mágico que tiene las imágenes y los objetos para contar historias, para conjurar pesadillas, y para construir la realidad deseada.

Alejandra Villarmea López

Colaboradora de la Real Academia Canaria de Bellas Artes

Fuentes

ORTEGA ABRAHAM, Luis. Pepe Dámaso. Biblioteca de Artistas Canarios. Gobierno de Canarias. Viceconsejería de Cultura y Deportes. Islas Canarias, 1993.

VV. AA. Héroes Atlánticos [Catálogo de la Exposición de Pepe Dámaso]. Gobierno de Canarias. Islas Canarias, 1984.